dimarts, 20 d’abril del 2010

Cajas de ahorros y obra social

He salido del trabajo y como de costumbre de vuelta a casa, a cierta altura de la calle Alcalá, he pasado por la puerta de la CECA. Estaba atestada de periodistas y he conocido la noticia de primera mano: Isidro Fainé sustituirá a Quintás en la presidencia en detrimento de Amado Franco -confieso que aún hoy se me hace extraño escuchar este nombre, o esta combinación de nombre y apellido, de alguien que no es mi padre o yo-, que ocupará la vicepresidencia. Se presume que Fainé quiere modernizar el sector. Es ya un clamor popular, al que me uní hace tiempo, el que las cajas deben despolitizarse. Con tasas de morosidad más elevadas que los bancos, mayor exposición al pinchazo inmobiliario y mayor dificultad para acceder a la liquidez en el mercado, la privatización de las cajas permitiría la entrada de capital mediante cuotas participativas y agilizaría sus fusiones en caso de que las entidades así lo estimen necesario. Y presumiblemente lo sería, vista la situación.

Pero con la privatización de las cajas de ahorros, y he aquí la problemática que deseo plantear, se erradicaría la función social o fundacional que distingue a las cajas de los bancos. Muchas cajas tienen su origen en los antiguos Montes de Piedad que eran casas de empeños para personas no pudientes. Decir adiós al sistema actual de cajas sería decirlo también al único vestigio de solidaridad que existe en un sector como el financiero, comúnmente asociado a la usura y el interés económico. ¿Sería posible que las cajas de ahorros, en caso de ser totalmente privatizadas y libres al fin de los preceptos legislativos propios de su condición, siguieran realizando obra social? ¿Podría, de algún modo, encontrarse algún acicate lucrativo dentro de la obra social para que las cajas no abandonaran esta actividad cuando dejaran de ser sociedades limitadas y cuando sus consejos de administración se vaciaran al fin de políticos? ¿No pierde la obra social, al convertirse en lucrativa, su razón de ser?

El liberal de pro cree que la solidaridad surge de modo espontáneo e individual, sin coerción estatal o administrativa. Guiada por la propia empatía de los individuos. En buena parte estoy de acuerdo, pero me siento demasiado misántropo al creer que la solidaridad tiene una baja probabilidad de tener lugar para todos los casos, sobretodo los olvidados, y todas las situaciones, sobretodo las de penuria.

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