divendres, 9 d’abril del 2010

Zombie no, Frankenstein

No ha sido un día horrible, ha sido lo siguiente. Y eso que en sus primeros compases logró fintarme sutilmente. No parecía más molesto que de cotidiano el foco de luz eléctrica del lavabo sobre mis ojos a los quince segundos de 'despierto'. Las primeras horas en la oficina tampoco fueron demasiado corrosivas. Pero entrada la mañana y de modo casi inconsciente fui cayendo en las garras de lo que comúnmente se conoce como un mal día. No fui un zombie, como pronosticaba en mi anterior entrada, fui el jodido Frankenstein. En lugar de tornillos, las protuberancias que emanaban de mi rostro eran dos granos del acné más puro de hace 10 años. Ya ni recordaba su inquietante textura.
El mejor momento del día llegó en la medianoche, donde descubrí que vale la pena vivir para lavar platos en la cocina con música R&B a toda mecha mientras el vecindado duerme.

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