diumenge, 30 de maig del 2010

Is there life before death?

Eduard Punset comenta haber visto escrito el título de este post en forma de graffiti, en el metro de una ciudad de EEUU.

No creo en Dios. No creo en la vida después de la muerte ni en la vida antes de la vida. No creo en la reencarnación. No creo en la existencia de un alma salvo en términos poéticos. Las sensaciones profundas en la vida de un ser humano no son sino procesos químicos que tienen lugar en lo más recóndito y complejo de nuestro organismo. Soy un punto diminuto en la historia y el universo e ignoro cuanto acaeciera en las reflexiones de otros puntos diminutos como yo hace cientos de años lunares y en galaxias a años luz de aquí.


Sí creo en la luz al fondo en los momentos previos al fallecimiento. Sí creo que la vida entera pasa por delante como fotogramas al tiempo que sentimos una profunda paz y bienestar interior. Si estamos diseñados para crecer y reproducirnos también lo estamos para morir, de modo que estoy convencido de que ese trámite se produce de forma natural y hasta placentera.

Sin embargo, hay una pequeña falla en mi diseño como humano. Sólo puedo aprehender estando consciente, de modo que para mí es por definición imposible llegar a imaginar un estadio de inconsciencia absoluto como el que se da lugar cuando muerto. "No puedo no sentir nada, ese estadio es inconcebible y por tanto inexistente" dice el álgebra de mi mente. Quizá no sea esto una falla sino más bien una consecuencia de 'ser'.

La inmortalidad física y psíquica es un mito. Borges ya contó que los inmortales quieren en realidad poder morir. Desean tener una vida inolvidable e insignificante que paradójicamente se pierda en el olvido, como la del resto del mundo. La inmortalidad se logra únicamente vía las obras que dejamos en la Tierra y que el día de mañana sobrevivirán a nuestro óbito. Por eso considero una obligación gozar de buen humor la mayor parte de nuestra vida y crear, crear hasta el anochecer. Una canasta en el último segundo del último cuarto, una melodía al piano, un tratado sobre gobierno civil o la fórmula química del enamoramiento. La inmortalidad es la firma al final de la página.

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